Con el espíritu de un niño
Hola …. ¿Cómo estás hoy?
El tema de hoy es el tema de mi vida, voy mejorando pero como ya te conté en otras ocasiones, he sido una preocupada serial. Estoy mucho mejor pero en recuperación aún. Apuesto a que esto le va a resonar a muchos también.
¿Cuánto espacio hay para el juego y el disfrute en tu vida?
¿Consideras que te tomas las cosas muy en serio?
¿Compras los motivos de tu preocupación como una verdad absoluta?
¿Cuánto tiempo te sientes estresada y cuánto relajado?
Sobre esto justamente hemos trabajado con una clienta. Indagábamos sobre el por qué le cuesta ser un poco más “loca”, más “relajada”, más “de dejarse llevar”, más “cuestionadora de lo que parece terrible”. Hay una diferencia enorme entre ser responsable y ser seria. Y sobre todo hay algo profundo que sanar cuando todo parece tan importante que nos ponemos sesudos de forma casi permanente.
Puedes oír el podcast con este reproductor, o si prefieres la lectura tienes debajo una versión escrita. ¡Que lo disfrutes!
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Algo pasa y confieso que cuando lo escribo lo siento en las vísceras y me duele pensarlo. Me visualizo a mí misma y como fui cambiando desde que era una niña despreocupada y todas las etapas que atravesé hasta devenir una adulta formal y de momentos circunspecta. Nacemos libres de prejuicios y con el alma cantando. Vivimos nuestros primeros años disfrutando la vida, porque cuando somos niños la vida es bella. Pero de repente llega un momento donde notamos que nos miran. Descubrimos la mirada del afuera y entonces corremos para escondernos y que nadie descubra nuestro desenfado. Dejamos de movernos con el mismo desparpajo y de reírnos con carcajadas sonoras. Y si nos ponemos en el lugar de esos niños que fuimos y que fuimos ocultando, ¿cómo movernos libremente por la vida si sentimos que el otro nos está juzgando? Y así sin más, empezamos a temer lo que temen todos los humanos – ser rechazados y no ser amados. Entonces, poco a poco, vamos dejando que la cultura nos diga que nos toca hacer y cómo vivir. Resultado: nos desconectamos de nuestro interior y cuando eso sucede nos invade el estrés, la tristeza, la ansiedad, y el perfeccionismo. Hay luz al final del túnel. Se puede recuperar nuestro valor, se puede recuperar la algarabía, se puede vivir guiados por nuestro deseo y dejando que nos resbale la mirada del otro. Solo hay una premisa - hacer el trabajo sobre sí.
Tomarse todo en serio
Jason Goldberg, coach y autor, quien se ha dedicado, casi exclusivamente, al tema de tomarse todo demasiado en serio, dice algo sobre su propia vida que ilustra lo que les contaba más arriba con claridad.
“La forma más grande de sabotearme fue (y todavía aparece de vez en cuando) sentir que no estoy haciendo lo suficiente cuando cualquiera que me mire desde afuera podría decir que estoy haciendo MÁS que lo suficiente. Lo que me permite encarrilarme es aclarar la raíz de donde proviene esa sensación de insuficiencia. La raíz es casi siempre (es decir, SIEMPRE) que me estoy tomando mis pensamientos MUY en serio: me estoy apegando a ellos como si fueran la VERDAD en lugar de verlos como malentendidos fugaces y momentáneos. En respuesta a cualquier cosa que se sienta estresante, confusa, pesada o difícil propongo preguntarse: ¿Cómo puedo JUGAR con esto?”.
Jason Goldberg
Si eres una persona muy sensible, lo más probable es que para ti sea muy importante dar a los que te rodean todo lo que ellos necesiten. Esto significa dar todo y más de lo que se espera de ti en el trabajo, en el hogar, y en lo social. Lo haces porque amas, porque sientes, porque realmente te incumbe el bienestar de los demás. Créeme yo he estado ahí. El problema no está en el dar, el problema radica en enfocarnos tanto en los demás, o en el mundo exterior, que nos desconectamos de nuestras necesidades y hasta las olvidamos.
Cuando nos sentimos rígidos cumpliendo con todo lo que se espera de nosotros, no hay espacio para a) descubrir las gemas que residen en nosotros y b) vivir la vida con más liviandad y a nuestra manera. Muchas veces en mi trabajo con mis clientes les pido que no racionalicen tanto, que dejen el espacio mental, ese entretenimiento intelectual feroz, para conectar con el cuerpo y pausar. Es ahí cuando pueden contarme que sienten y descubren que les haría bien.
¿Qué hacer?
Solemos dejar nuestra valía en las manos de la escuela, la familia, la sociedad, y las redes sociales. Basta con recordar los niños que fuimos para sentir como repercutían las calificaciones en nosotros. Basta recordar los adolescentes que fuimos para darnos cuenta como las imágenes de modelos y estrellas de Hollywood nos hacían sentir respecto de nuestra propia imagen. Basta recordar el impacto en nuestra identidad cuando nos reñían fuerte simplemente porque actuábamos como niños. Poco a poco, eso influye en nuestra percepción de lo infinitamente merecedores que somos de pasarla bien en esta vida. Ya los escucho, ¿Qué podemos hacer entonces?. Volver al centro. Empezar a sacar capa sobre capa para ver dónde se dañó nuestra confianza y donde dejamos nuestra espontaneidad de lado. Es un trabajo profundo donde se requiere de mucha compasión y paciencia. La buena noticia es que siempre se llega al momento donde abandonamos nuestro espíritu de niños para dejar que otros nos digan cómo vivir. A partir de ahí, y con la ayuda adecuada, hay que empezar a poner en marcha las acciones que puedan transformarnos para volver a jugar y honrar la vida en nuestros propios términos.
Michael Singer, autor y profesor, nos dice “Al final, lo único racional que se puede hacer es disfrutar de las experiencias de la vida. Estás sentado en un planeta que gira en medio de la nada. Estás flotando en un espacio vacío en un universo que dura para siempre. Si vas a estar aquí, sé feliz y disfruta de la experiencia”. Y agrego humildemente: con ese espíritu tan libre y espontáneo de cuando eras niño/a.
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Un fuerte abrazo ❤