Elevemos nuestra energía 🙏con la gratitud
Hola …. ¿Cómo estás hoy?
El jueves pasado fue día de acción de gracias en algunas partes del mundo. La pregunta sería cuántas veces pausamos para dar las gracias el resto del año. Nos cuesta mucho, ¿verdad?
Nos concentramos obstinadamente en lo que no queremos y en lo que no tenemos, pero rara vez le dedicamos energía a lo que sí nos gusta y ya gozamos. Ahora bien, que no nos quiten lo que damos por sentado porque ahí si lo notamos, ¡y cómo!
Es importante entrenarnos en dar las gracias.
Puedes oír el podcast con este reproductor, o si prefieres la lectura tienes debajo una versión escrita. ¡Que lo disfrutes!
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Nos concentramos obstinadamente en lo que no queremos y en lo que no tenemos, pero rara vez le dedicamos energía a lo que sí nos gusta y ya gozamos. No nos detenemos a oler las flores, a mirar el cielo, a encontrar lo divino en la sonrisa ajena y a sabernos palpitantes. El Doctor en Neurociencias Rick Hanson nos dice que el cerebro es como el teflón para las buenas experiencias y como el velcro para las malas. El cerebro no actúa así para arruinarnos la vida sino para protegernos. Éste escanea la realidad buscando peligros e intentando evitarlos porque su función es mantenernos vivos. Es por eso que nos quedamos enganchados con lo que no nos gusta (un jefe que nos miró mal, un hijo que lloro toda la noche, un amante que se olvidó de un aniversario) y lo que sí (un jefe que nos tiene aprecio, un hijo que crece saludable, un amante que nos cocina algo delicioso), nos pasa desapercibido. Ahora bien, que no nos quiten lo que damos por sentado porque ahí si lo notamos, ¡y cómo!
La gratitud y las Neurociencias
Es importante entrenarnos en dar las gracias. El profesor Robert Emmons de la Universidad del Sur de California en su estudio “Correlaciones neuronales de la gratitud” nos demuestra como la actitud de agradecer produce resultados positivos importantes: “satisfacción, vitalidad, felicidad, autoestima, optimismo, esperanza, empatía y deseos de ofrecer apoyo emocional y tangible a otras personas”. Vivir agradecidos nos ayuda a ponernos en contacto con el presente, con el calor que experimenta el alma cuando alguien nos hace un favor o cuando sentimos bienestar gracias a otro, aunque este no lo sepa. Pienso en las personas que mantienen limpia mi ciudad o el señor que vigila mi edificio que me hace sentir tranquila cuando mis hijos juegan afuera. Y qué bien se siente cuando alguien nos dice gracias a nosotros, ¿verdad? Dan más ganas de contribuir y aportar nuestro granito de arena para ayudar a los demás. La gratitud nos hace más conscientes, más lúcidos, más conectados con algo más grande que nosotros mismos. Brother David Steindl-Rast, monje benedictino, comprometido con el diálogo entre espiritualidad y ciencia, dice algo maravilloso:
“No es la felicidad lo que nos hace agradecidos; es la gratitud lo que nos hace felices. Todos conocemos personas que tienen todo lo necesario como para ser felices, y sin embargo no lo son, simplemente porque no están agradecidas por lo que tienen. Por otro lado, todos conocemos también personas que no son para nada afortunadas, y sin embargo irradian alegría, simplemente porque aun en medio de su miseria son agradecidas. Así, la gratitud es la clave de la felicidad”.
Brother David Steindl-Rast
La gratitud en mi familia
Yo les conté infinidad de veces que crecí en una familia de preocupados seriales. Teníamos todo lo que supuestamente contribuye a la paz interior: estabilidad económica, salud, unión familiar, casa, vacaciones, y amigos.
Sin embargo, no había espacio para apreciar nuestras bendiciones porque por default reinaba la preocupación. Preocupación por llegar a cumplir con todos nuestros quehaceres y por realizarlos bien, preocupación por estar saludables y delgados preferentemente, preocupación por ser socialmente aceptados y la lista sigue y sigue. Recuerdo vívidamente ver o escuchar a mis padres murmurar cosas que les quitaban la calma, desde algo que se rompía en la casa hasta la política y economía del país que podía poner en jaque distintos aspectos de nuestras vidas. No hay espacio para el agradecimiento cuando se vive en ese estado de alerta. Es muy difícil vivir con bienestar cuando la motivación de base de nuestras acciones es el miedo o la preocupación. Yo tuve que aprender a reprogramarme para vivir de adentro hacia afuera, para contemplar mi experiencia y agradecerla en todos sus matices.
El método “Parar, Mirar, Ir”
Algo muy efectivo y simple que nos enseña Brother David Steindl-Rast es:
Parar: realizar una pausa sagrada en medio de tanto ajetreo.
Mirar: observar lo que hay en nuestro interior y en nuestro entorno apreciando todo lo que tenemos para agradecer
Ir: volver al ruedo con atención plena.
Este es un ejercicio de mindfulness simple y fácil de poner en práctica. Vivir agradecidos también nos motiva a ser mejores versiones de nosotros mismos.
Otra vez las Neurociencias
Según una exhaustiva investigación de la Universidad de California, Riverside (aquí) la gratitud es una emoción inspiradora que impulsa a un individuo a actuar positivamente. Los investigadores concluyeron que ser agradecidos no solo mejora a las personas en sí mismas sino también a sus comunidades. La gratitud favorece la:
Conexión: sentirnos agradecidos nos obliga a reflexionar sobre nuestras relaciones y nos lleva a estar más cerca y conectados con los demás.
Elevación: palabra que usan los científicos para referirse al sentimiento edificante que sentimos cuando vemos a otras personas realizar actos de bondad y que nos inspira a hacer lo mismo.
Humildad: cuando expresamos gratitud sacamos el foco sobre nosotros y podemos reconocer las acciones de otras personas que favorecieron nuestra situación.
Responsabilidad: cuando alguien nos ayuda, solemos sentirnos no solo agradecidos sino en deuda con esa persona y por tanto con la responsabilidad de devolver ese favor.
Esta investigación me encanta porque nos demuestra cómo vivir agradecidos no solo nos ayuda en lo personal sino que nos convierte en mejores ciudadanos del mundo.
A practicar la gratitud
Ahora los invito a repasar sus vidas desde lo más pequeño hasta lo más grande. A lo mejor les pasa algo similar pero yo cada mañana agradezco algo tan simple como el olor a café y tostadas calientes de mi desayuno. Me encanta ese momento del día, diría que es mi comida favorita. Lo mismo me pasa cuando voy andando a la universidad donde doy clases escuchando mis podcasts favoritos. Agradezco desde el camino que tengo que hacer, que es realmente precioso, hasta los audios que escucho que me nutren a todo nivel. También me gusta tener gestos de gratitud con quienes aman y cuidan de mi familia. Y lo más nuevo que he aprendido es a aceptar que me digan “gracias” sin justificarme. ¿Saben a lo que me refiero? Al famoso, “no fue nada” o “no es para tanto”. Ahora digo “me hace bien lo que me dices” o simplemente sonrío mirando a los ojos a quien me agradece y procuro que esa sensación tan bonita me penetre. Por tanto, entrenarnos para que nos inunde la gratitud nos ayuda a vibrar alto, a ver la vida con la mirada de un águila, y nos alinea con nuestro bienestar.
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