GEORGINA HUDSON

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Mal de amores 💔 Historia íntima

Hola …. ¿Qué tal?

Sabía que la publicación de la semana pasada iba a tener repercusión, pero no me imaginé que tanta!

Me han pedido que cuente mis historias. Hoy en particular quiero compartirte una relación que tuve que me resultó excitante pero también nociva, adictiva, y estresante.

He escogido una de mis experiencias de vida más dolorosas con el espíritu de que te sirva si estás pasando algo parecido o si te pospones. Espero que te ayude a conocerte, entenderte, valorarte, cuidarte, y amarte.

Puedes oír el podcast con este reproductor, o si prefieres la lectura tienes debajo una versión escrita. ¡Que lo disfrutes!

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PODCAST: Mal de amores 💔 Georgina Hudson

Esta relación tuvo su lado positivo, los picos buenos eran muy altos, pero los malos eran por demás de bajos. Literalmente, fue como vivir en una montaña rusa emocional.

A diferencia de la semana pasada donde hablábamos de un amor sano donde pueden surgir dudas, en este vínculo que te voy a contar, yo vivía orbitando alrededor de mi ex, el cual me eclipsaba por un tiempo. Luego yo me cansaba, y el que empezaba a girar alrededor mío era él.

amor Adictivo

El principio de mi relación con José (no es su verdadero nombre) fue marcado por la adrenalina, lo diferente, la aventura, y mucha diversión. No sabía si yo lo amaba pero él me decía que me “adoraba”. A mí me gustaba que él me pusiera en un pedestal, de hecho me criaron haciéndome creer que así tenía que ser. Un mensaje terrible porque estar allá arriba, nos desconecta de los demás, y ni que hablar que hace que las caídas sean más dolorosas. En mi relación con José, su devoción no me hacía sentir una de esas princesas de Disney sino más bien una rock star. Era tanta esa sana locura que compartíamos que de repente, pensar en salir con José me resultaba tan imprescindible como el aire que respiraba. Me acompañaba, me escuchaba, y calmaba mis inseguridades porque él me idolatraba. Poco a poco, fui quedándome a su lado, fascinada por un estilo de vida que nunca en mis sueños más osados me hubiera atrevido a vivir por mi cuenta. Lo que empezó a ser una necesidad absoluta de esas salidas, viajes, travesuras, y falta total de una rutina, terminó siendo adicción a José.

Si estaba con José me sentía en paz, si no estaba con José perdía la calma. Poco a poco, lo empecé a idolatrar yo a él también. Me obsesionaba estar a su lado siempre y vice versa. Si percibía cualquier signo de peligro, como verlo en otro mundo, me ponía en estado de alarma. Si el me veía distante a mí, se desmoronaba. Tal es así que aunque el tiempo fue mostrándome caras de José que me lastimaban, yo le perdonaba todo con tal de no perder esa unión extravagante, insensata, e imprudente, que me llenaba de mariposas en la panza. José tenía un lado dulce, entrañable, y comprensivo, el lado que me enamoraba y con el que me contentaba. Sin embargo, tenía otro lado que podía ser desde el más inseguro y necesitado hasta el más arrogante y despreciador, este era el lado que me enfurecía pero que dejaba pasar. José era impredecible. Así como estaba obsesionado conmigo, me descartaba cuando se obsesionaba con uno de sus tantos y variados proyectos. Jamás le reproché que sea egocéntrico y auto centrado. Lo justificaba diciendo que tenía espíritu de chiquilín.

DEBILITAMIENTO PERSONAL

Pero como todo lo que resistes, persiste, yo resistía la inseguridad de lo que sentía a su lado, y ésta se agrandaba cada día un poco más. No tenía ninguna certeza en esa relación. No podía proyectar nada. Yo no soy una persona que necesite de mucha seguridad, soy muy arriesgada, pero esto era un extremo muy poco saludable. Pasé de ser una mujer confiada y valiente, a una dependiente y vacilante. Le ofrecí todo mi poder a él, todo, y quedé a la deriva de su amor. Ojo, él también lo estaba del mío. Pero te cuento la historia a la que le puedo hacer justicia porque es mi verdad. Todo esto te lo convido por si estás en una relación donde pones todo lo bueno, lo malo, y lo feo bajo la alfombra con tal de seguir juntos. Lo mío no era dependencia emocional, en todo caso, los dos nos necesitábamos enfermizamente. Los dos necesitábamos exageradamente al otro. La diferencia entre José y yo, es que yo estaba segura de querer estar con él y tener proyectos juntos. El, en cambio, perdía contacto con la realidad de vez en cuando y se encaprichaba con ideas que si yo no compartía, eran causa de alejamiento de mí. Pensar en formar una familia era incompatible con su estilo de vida, el solo pensaba en él y lo que lo estimulaba. Quería que yo lo acompañe en eso, de planificación de pareja no quería saber nada.

LA SALIDA ESTÁ DENTRO

¿Te suena esto? ¿Tiene alguna similitud con alguna de tus experiencias o la de alguien querido? ¿Qué vislumbras en todo esto? ¿Qué le dirías a mi yo de veintitantos años? Agradezco al Universo la gota que rebalsó el vaso en esa relación. Como te dije, los vaivenes emocionales de José me sacaban de las casillas. Empatizaba al principio, callaba un tiempo, y resistía, para luego explotar y amenazar con tirar todo por la borda. Nunca lo hacía porque José siempre tenía una manera encantadora de reconquistarme. Pero un día, la soga se cortó. Te confieso que esperé que me busque, llame o escriba como lo hacía siempre pero eso no sucedió hasta muchísimos meses después. Llegó tarde, me dio mucho tiempo para trabajar sobre mí misma y poder elegirme. La separación fue total. Al principio, sentía que no iba a poder respirar, no me motivaba nada más que pensar en si me había equivocado. Mis pensamientos se repetían como un disco rayado. Por suerte estaba en manos de una terapeuta amorosa que me intentaba guiar emocionalmente, yo estaba muy cerrada, me costaba escucharla pero persistí y con el tiempo, entendí.

¿Sabes qué más me ayudó a sanar con mucha rapidez? Recuperar mi relación con mi cuerpo. Comencé a cuidar mi alimentación y mis horas de sueño, me hacía hacer unos masajes relajantes dos veces por semana, y caminaba largos ratos en la naturaleza. Nutría mucho mi mente también. Leía novelas, filosofía, y psicología con fruición y escuchaba música de lugares lejanos que me aquietaban. Recuerdo pasar horas leyendo y escribiendo mis reflexiones en bares, iba al cine, y a distraerme a los centros comerciales. Descubrí cuánto me nutría tener espacios para mí y solo para mí. Esto sin duda me hacía bien al alma y emocionalmente. Aprendí que pasamos una vida buscando la puerta de salida cuando las paredes que nos rodean están hechas de cartón. Y me atreví a patearlas. Me atreví a vivir espontáneamente, a respetar mis gustos, a tomar clases de teatro, a poner límites saludables, y a naturalizar los días tristes entendiendo que no eran sinónimo de nada patológico, simplemente parte de mi experiencia humana. Me empecé a querer, dejé de añorar lo que estaba afuera y crearme espacios de realización personal por mi cuenta. En síntesis, comprendí por primera vez que la salida siempre está adentro y ahí encontré todo lo que me hace feliz. Aclaro que soy una obra en permanente construcción pero ya no me dejo atropellar por nadie.

Espero que te haya sumado esta publicación. Si sabes de alguien que necesite ayuda en su relación, reenvíale este blog/podcast e invítalo/a a suscribirse. Es mi misión contribuir a tender puentes que nos acerquen los unos a los otros. Tu recomendación, también hace que los que hacemos este blog/podcast seamos más visibles. Muchas gracias.

Te mando un fuerte abrazo ❤


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