GEORGINA HUDSON

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Mentalidades diferentes ... ¿cuál es la tuya? (Parte 2)

Hola …. ¿Qué tal?

La semana pasada hicimos una introducción a las mentalidades fija y de crecimiento (#mindset).

Hoy te voy a contar mi historia con ellas y cómo adoptar una o la otra me ha ayudado o perjudicado. Me voy a hacer cargo de mi verdad y te la voy a compartir por si te sientes solo/a con tu marco de pensamiento.

Puedes oír el podcast con este reproductor, o si prefieres la lectura tienes debajo una versión escrita. ¡Que lo disfrutes!

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PODCAST: Mentalidades diferentes ... ¿cuál es la tuya? (Parte 2) Georgina Hudson

La niña pequeña, la escuela y los deportes

Vamos a empezar remontándonos a cuando era una niña pequeña. Yo crecí en una casa donde ser una niña buena era una condición sine qua non para ser aceptada, querida y elegida. Imagínense el peso sobre mis pequeños hombros. Claro que mis padres me daban ese mensaje con la mejor de las intenciones porque estaban convencidos que era el camino de mi felicidad. También debo decir que encontraron eco en mí porque era dócil, por lo tanto no les guardo ningún rencor.

Los invito a imaginarme con unos 6 años, pequeña, con ojos grandes y curiosos y con una amplia sonrisa. En apariencia iba peinada perfectamente, con el guardapolvo del colegio impecablemente almidonado. En la escuela era una muy buena alumna y compañera, me gustaba tener un lugar real en el corazón de mis maestros y amigos. No era algo que hacía de forma forzada, era natural en mí, yo también los amaba. Si había un mínimo de posibilidad de conflicto con alguien, simplemente me alejaba. Poner límites y defenderme me costaba mucho. No soportaba no agradar, así que de ahí donde yo no gustaba, me marchaba. Era muy mala en los deportes con pelotas. Intenté con voleyball, bastketball, hockey y tenis pero recuerdo estar en el medio de la cancha viendo como la pelotita iba para un lado y para el otro sintiéndome completamente perdida. Mis padres me repetían “bueno, tu fuerte es lo académico, los deportes no”. Y yo les creía.

las profecías autocumplidas

Todas esas vivencias fueron forjando una mentalidad fija en algunos aspectos de mi vida, diría que en el social y en las actividades extraescolares. Me decía, “voy a intentar este nuevo deporte” pero ante la más mínima dificultad, abandonaba. Realizar un esfuerzo para mejorar en ese aspecto me parecía una pérdida de tiempo porque no me sentía dotada para eso. Así fue como dejé patín artístico en la primera competencia, llorando porque mi madre se había ilusionado y entonces me obligaba a presentarme. Recuerdo que mi padre se impuso alzando un poco la voz durante aquel melodrama y exclamó “déjala en paz, aceptemos que no sirve para los deportes”. Yo pequeñita, 8 años, cerré la boca y respiré aliviada porque me aterraba hacer el ridículo.

Las críticas, el afuera, los desafíos

Con los compañeros y amigos me pasaba lo mismo. Era muy tranquila y recuerdo ser muy empática y comprensiva, lo que me facilitaba interactuar con los demás. Sin embargo, sufría mucho cuando alguien me criticaba y ni que hablar cuando me gustaba un niño y no se fijaba en mí. Me daba vergüenza esforzarme mínimamente para charlar y ser visible para el niño en cuestión, ¿y si luego me rechazaba? Prefería olvidarme de esas ilusiones. Recuerdo también que las niñas que practicaban deportes, muchas de ellas bastante íntimas mías, me dejaban de lado, sin ninguna mala intención, porque se hacían grupos de juego después de los partidos y había muchas niñas que yo no conocía. Por favor, qué manera de sufrir por evitar los desafíos, por rendirme tan fácilmente y por agobiarme cuando me decían algo que percibía negativo. ¡Cómo me cerraba las puertas yo sola! Allí donde había una posibilidad, yo me alejaba por miedo a fallar. Todos estos rasgos son típicos de una mentalidad fija o rígida.

los estudios, la curiosidad, ir por más

En los estudios la cosa ha sido muy diferente. No me ha importado caer de vez en cuando porque mi mente siempre ha sido súper inquieta. Es cierto que me ha resultado siempre fácil estudiar pero les aseguro que siempre me he esforzado movilizada por el deseo íntimo de crecer entendiendo y experimentando con la materia de estudio que tenía en frente. Jamás me ha motivado la mirada del otro o las calificaciones. No he sentido estrés de probar e ir a por más, simplemente me encanta estudiar. Entrenándome mentalmente siento que puedo jugar, curiosear, e intentar con diferentes temas hasta lograr desentrañarlos. Por supuesto que aún tengo muchísimo por aprender y mejorar y eso mismo me hace ilusión. Además, siempre me he inspirado con sana admiración con las personas que hicieron su recorrido antes que yo o con referentes en las asignaturas que me apasionan. En este plano sí que he tenido una mentalidad de crecimiento.

la exposición

Cuando empecé a hacer prácticas para la universidad tuve un conflicto interno. La mirada del otro no me afectaba al estudiar en soledad y hacer exámenes pero sí cuando me exponía ante una audiencia, al punto de sentirme bastante bloqueada.

el cambio

Recuerdo perfectamente a una compañera que me sirvió muchísimo para evolucionar. Su mentalidad de crecimiento era impresionante. ¿Era la mejor de nuestra clase? No, lejos de ello, tampoco era la peor, se esforzaba, reprobaba exámenes pero siempre salía adelante. ¿Se sentía vencida? No, se lo tomaba natural. ¿La estresaba tener que exponerse en las prácticas? No, en absoluto, hacía todo con alegría, estaba feliz de poder poner la teoría en acción. Su energía positiva era contagiosa. A mí me ayudó muchísimo a relajarme con mis inseguridades. Recuerdo que me empujaba a salir a bailar e ir de copas. Yo siempre tan sesuda, no le encontraba el sentido, típico de una mentalidad rígida. No hubo caso, mi amiga hacía lo que sea para que me sume y me divierta con ella y otras amigas.

Resultado: aprendí a desmelenarme y juro, que no hubo vuelta atrás porque comencé a reírme de mis inseguridades, tomé el toro por las astas y empecé mi camino terapéutico.

conclusión: mix de mentalidades

En este breve blog quise contarte a través de algunos ejemplos personales como nuestras vivencias nos hacen adoptar un tipo de mentalidad o la otra y que éstas interactúan todo el tiempo. Nadie tiene un tipo de mentalidad el 100% del tiempo. En un mismo momento vital podemos tener un marco de pensamiento más rígido para algunas cosas y de crecimiento para otras. Lo importante es que podemos entrenarnos para ir desarrollando el musculo de la mentalidad de crecimiento día por día. Es imprescindible primero detectar si estamos cayendo en patrones rígidos, ver qué hay detrás, sanar lo que haya que sanar, y empezar a dar pasos que nos empoderen cada vez más. Este es un trabajo minucioso que dura toda la vida. Por eso, si necesitas ayuda, pídela, te lo vas a agradecer toda la vida. Por ultimo decir que es vital ser auto-compasivos, sabernos humanos, reconocernos con nuestras luces y nuestras sombras, y con todo ello, seguir apostando en nuestro crecimiento.

Espero que te haya ayudado. Si conoces a alguien que pueda beneficiarse de este post, reenvíaselo e invítalo a suscribirse. De esta manera vamos tendiendo puentes para ayudarnos los unos a los otros. Recuerda que también puedes escuchar los podcasts en Apple Podcasts y Spotify.

Un fuerte abrazo ❤


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