GEORGINA HUDSON

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No doy más, no tengo fuerzas, ¿cómo sigo?

Esta es una frase que escucho permanentemente en mi consulta y en la calle, y realmente cuando uno presta un oído atento a quien lo enuncia resulta más que entendible. Por un lado, este año nos ha demandado muchísima creatividad, fortaleza y paciencia colectiva en un mundo golpeado por la pandemia y por injusticias sociales, políticas, y culturales, que nos han atravesado a todos. En lo individual, algunos han duplicado sus esfuerzos para mantener sus trabajos a flote o se han flexibilizado al máximo ante las nuevas demandas, los que perdieron su trabajo, se han visto forzados a enfrentar lo desconocido buscando una salida laboral, los padres han sumado su apoyo a sus hijos con la educación a distancia, otros han iniciado o se han sumado a colectivos sociales promoviendo la integridad y el respeto sin dejar sus obligaciones diarias. ¿Cómo no estar agotados? Estamos usando muchísima más energía de lo usual pensando, preocupándonos, quemando nuestras reservas interiores.

Como siempre hay luz y se puede hacer mucho. Para la gente sensible que es muy permeable a las noticias en los medios, ha llegado el momento de decir “basta, no miro ni escucho más de lo mínimo necesario”. No se trata de negar la realidad, no, al contrario, hay que saber la verdad y hay que actuar, pero ojo con no quedar presos del humor generalizado que apaga nuestra alegría y baja nuestras defensas y energía. 

Como dice sabiamente la oración de la serenidad. “Concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar aquellas que puedo, y sabiduría para reconocer la diferencia”. 

Lo cierto es que la mayoría estamos inmersos en una enorme transición y si bien este año ha quedado más que claro por todo lo que comentaba anteriormente, lo que sigue es verdad para cualquier cambio que nos impone la vida o que nos proponemos atravesar. Las transiciones requieren de nuestra acción, energía y convicción. Es importante que sostengamos la visión de lo que nos hemos propuesto y que empecemos con pasos pequeños, poco a poco. Si en cambio, nos rehusamos a darnos tiempo entre acción y acción, y corremos como los hámsteres en su ruedita, vamos a terminar exhaustos, quemados. Hay una resistencia muy grande a aceptar que somos personitas en un mundo grande y lleno de sorpresas. Cuando abrazamos nuestra vulnerabilidad, empezamos a dejar nuestras posturas rígidas y nos relajamos. Nos damos permiso para estar solos, descansar, renovarnos, escribir, meditar, pausar. 

En esos espacios tranquilos, se empieza a abrir un enorme espacio interior donde vamos a encontrar las respuestas más sabias a nuestras preguntas más urgentes. Por eso es necesario hacer de todo esto un proceso consciente porque cuando atendemos al alma, nos responde agradecida, siempre, siempre. En la quietud, descubriremos la parte más fuerte y sabia dentro nuestro que nos guiará basándose en nuestras necesidades más profundas. El jugo está en el equilibrio entre hacer y descansar, entre tomarnos las cosas con seriedad y reírnos de todo un poco.

Un fuerte abrazo ♥

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