GEORGINA HUDSON

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No permitiré que nadie camine por mi mente con los pies sucios

“Eres demasiado sensible, no se te puede decir nada”, “vives en medio de un caos, por supuesto que vas a perder todo”, “tienes sobrepeso, te falta glamour, haz algo si quieres tener una pareja”, “este niño es muy inquieto, ¿está seguro que no tiene TDAH?”, “¿Otra vez estás angustiada?”, “veo lo que hacen los demás y me encanta, pero yo todavía no estoy a la altura de las circunstancias” (dicho a ti mismo).

Una y otra vez se escuchan estas frases, que lamentablemente no pasan de moda. Yo cuando era chica fui una de las tantas a las que le dijeron “¿otra vez estás llorando? pero si no es para tanto” (Esto dicho con cara de hartazgo y grave preocupación). Era tanto mi pavor por desilusionar y ser desaprobada que empecé a disimular, metí mi vulnerabilidad bien debajo de la alfombra y a sonreír para el afuera. 

Detrás de cada una de las frases de arriba, hay un mensaje subliminal hacia el que lo recibe que lo avergüenza, repudia y desautoriza. Es algo así como “deshazte de todo eso, es agotador, supéralo de una vez”. 

¿Cómo solemos responder a eso? Auto culpabilizándonos, auto etiquetándonos y escondiéndonos, después de todo, es más fácil y seguro eso que aceptar que nuestra vulnerabilidad no es bien recibida por nuestro círculo más cercano.

Hasta los adultos mejor intencionados pueden habernos empujado a tapar lo que sentíamos, otras lo hicimos por motu proprio cuando nos comparábamos con el entorno, y todo ese sentir quedó desatendido. Nos hemos auto impuesto parámetros que hemos mamado de la cultura, que nos vende que solo siendo o teniendo tal o cual cosa vamos a poder lograr lo que nos proponemos. Y no quiero olvidarme de la narrativa interna basada en nuestras infancias y/o adolescencias dolorosas: “es que yo no sirvo para esto”. Pero es hora de poner un límite y de integrar todas nuestras partes y eso es posible desde un lugar de profunda auto-compasión y no de auto-rechazo. 

El trabajo sobre sí empieza por pausar y acallar las voces de reprimenda del afuera y del adentro, aceptando todo lo que nos pertenece y haciéndonos cargo para poder atender la parte nuestra que más nos requiere. Podemos criarnos a nosotros mismos como nos hubiera gustado que lo hayan hecho cuando éramos pequeños. Me hace acordar a mis hijos cuando vuelven a casa agobiados. Yo no puedo exigirles que se repongan y que se calmen en ese momento. Yo solo puedo ofrecerles mi corazón y mi presencia consciente, los abrazo y los espero. Solo así salen del trance y comienzan a expresarse llorando y/o hablando, como sea, y ahí empezamos a indagar para sanar.  

El trabajo sobre sí, no siempre es alegre y calmo, hay que ser muy valientes y persistentes pero la recompensa siempre es grata.

Dentro nuestro hay un universo que quiere ser revelado pero solo nos susurrará las respuestas desde un lugar de apertura y gentileza de nuestra parte.

En el centro de nuestro ser conviven lo que ha sido silenciado y olvidado junto con nuestra sabiduría y creatividad más grandes. Solo cuando nos atrevemos a asistir y reorganizar todas esas partes con amorosidad, podemos brillar fuertemente de dentro hacia fuera, y tomar las acciones necesarias para lograr nuestros objetivos desde un lugar inspirado.

Un abrazo fuerte ❤

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