Yo he sido el Patito Feo, ¿y tú? (parte 1)
Hola …. ¿Qué tal?
Como el patito feo, yo también me he sentido inadecuada, fea, sin coordinación física, floja para la matemática, nada atractiva ni popular, y rechazada. Yo también, como el patito feo, me compré el cuento de que era una impostora.
¿Y tú has sentido algo así? ¿Esos desperfectos te pesaban e intentaste esconderlos de alguna manera para poder sobrevivir?
Puedes oír el podcast con este reproductor, o si prefieres la lectura tienes debajo una versión escrita. ¡Que lo disfrutes!
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La historia del patito feo*
El tema de hoy me ha hecho pensar mucho en éste porque es un fiel reflejo de la realidad. Te resumiré el cuento y te pido que a medida que lo leas/escuches intentes trazar paralelismos entre sus alegorías y tu propia vida.
Cuenta la historia que una pata estaba muy feliz al ver nacer a sus patitos regordetes. El último tardó en salir y cuando finalmente, asomó su cabeza grandota, la madre le dijo horrorizada que se fuera porque era feo, débil, y un impostor. El patito se sumió en la tristeza y en ese estado, no conseguía hacer amigos. Después de mucho deambular una granjera lo cobijó y el patito por primera vez se sintió aceptado. Lamentablemente, la granjera lo estaba usando, engordándolo para comérselo. Cuando el patito se dio cuenta salió corriendo despavorido. Agotado llegó a un estanque donde vio unos patos atractivos y singulares. El patito, temiendo el rechazo, les preguntó tímido si podía zambullirse también. El más anciano le dio la bienvenida diciéndole que era uno de ellos. El patito no le creyó entonces el viejo lo invitó a contemplarse en el agua cristalina. El patito descubrió que era en verdad un cisne igual al resto del grupo y con la confianza de haberse descubierto, se unió a la bandada.🦢
Esta historia me conmueve aun hoy. Yo también me he sentido inadecuada, fea, sin coordinación física, floja para la matemática, nada atractiva ni popular, y rechazada. Yo también, como el patito feo, me compré el cuento de que era una impostora. Estoy segura que a ti también tu familia, tu educación, y tus experiencias, te hicieron creer que tenías fallas en algunas áreas. Seguro que has sentido como esos desperfectos te pesaban, y que intentaste esconderlos de alguna manera para poder sobrevivir. Todos hemos hecho un poco como el patito feo, que siguió adelante con su zozobra e inseguridad, sin pausar para contemplarse verdaderamente por miedo a lo que iba a encontrar, sin reclamar sus derechos ni su poder porque se los otorgó inconscientemente a quienes lo repudiaban. Podemos pasarnos una vida evitando y tapando lo que nos acompleja, duele, trauma y siguiendo en piloto automático por pavor a descubrir que lo que otros nos hayan dicho directa o indirectamente sea verdad. Piensa en todas las veces que te dijeron o te hicieron creer que no eras lo suficientemente listo, guapa, gracioso, inteligente, esbelta, musculoso, etc. que te hundieron el alma.
¿de verdad? ¿es tan así?
Lo más probable es que esas palabras o esas interacciones te hayan hecho comprar esas ideas sobre ti como certezas absolutas. Hay algo maravilloso que he aprendido en el Minfulness, y es que porque yo sienta que algo es real no lo convierte en verdad. Yo puedo sentirme descoordinada para hacer deportes y puedo sentir que eso es real pero me tengo que interpelar preguntándome, ¿de verdad?, ¿es tan así? Estos interrogantes me van a ayudar a observar con mayor ecuanimidad la realidad. Cuando logro calmarme, puedo contemplar quien soy de verdad como el patito que no era feo sino cisne. Sinceramente, yo crecí con las palabras de profesores, entrenadores, y familiares que me decían que lo mío no era el deporte. Sufría en las reuniones con amigos cuando se ponían a jugar al volley, al ping pong, porque me amedrentaba ser un desastre deportivo público. Mi mecanismo de defensa era ser simpática, agradable, y hasta chistosa. Hacía lo imposible para esconder temblorosa lo que me sucedía pero de esa manera, me desconectaba de mi esencia, mis necesidades, mis valores, y mi brújula interna.
Las dos mentes
El trabajo emocional sobre mí me ayudó a acercarme al taichí, al yoga, y a la danza. Y yo también me sorprendí al verme bailar grácilmente en un espejo. Finalmente, entendí que nunca le he prestado atención a las reglas de los deportes porque me aburren. Así mismo disfruto y se me dan bien otras actividades físicas sin tantas normas y más bien lúdicas. La manera de despertar del trance es desafiando a los pensamientos que nos dicen que carecemos lo que se requiere para disfrutar y sentirnos realizados en el amor, la amistad, el estudio, el trabajo, los hobbies y tantas cosas más. ¿Sabías que en el zen dicen que tenemos dos mentes? Es súper interesante y es algo con lo que comulgo porque nos aporta muchísima claridad. Entonces, tenemos la mente que piensa y la mente que observa. La mente que piensa cuando teme, sufre, y se obsesiona lo más probable es que no pueda ver la verdad. En ese estado su foco y su energía estarán puestos en las cosas negativas y terribles que nos pueden suceder. Pero nosotros somos mucho más que nuestros pensamientos. Nosotros somos quienes los experimentamos los creamos, los tenemos, y los sentimos. Cuando desarrollamos nuestra mente que observa sin juzgarnos podemos salir del bucle negativo y la reactividad y al igual que el patito feo descubrir que tenemos un potencial y una bondad ilimitados.
Continuará la próxima semana…
Espero que te haya gustado este artículo. Es un tema que da para hablar mucho más. Voy a ir desarrollando los temas que aparecieron en más detalle en el próximo podcast. Hazme saber cuáles te interesan más como lo hacen ya muchos de ustedes. Si conoces a alguien que la venga bien la reflexión de hoy, reenvíasela y anímala/o a suscribirse. Esta es la mejor manera de ayudarnos los unos a los otros. Los que hacemos el podcast te agradecemos tu recomendación y valoración en cualquiera de las plataformas que nos estés escuchando, esto nos anima a seguir ofreciendo este material gratuito para llegar a más y más corazones.
Un fuerte abrazo ❤
*Hans Christian Andersen, 1843