Aprendiendo a poner límites saludables

 
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Hola …. ¿Cómo estás hoy?

Esta semana me descubrí poniendo límites asertivos en tres oportunidades.

Estaba pensando que hace diez o quince años atrás esto era impensable para mí. La posibilidad de decepcionar a alguien (porque eso es lo que me contaba mi imaginario) era inconcebible.

Los años fueron pasando y fui aprendiendo a decir “sí, pero más tarde”, “podría ser, pero tengo un rato nada más”, “con gusto te ayudaré pero no puedo hoy”, o directamente “no, no puedo, lo siento” y sin justificarme – un gran logro para mí que me crié pensando que ser bueno era sinónimo de ser complaciente.

Puedes oír el podcast con este reproductor, o si prefieres la lectura tienes debajo una versión escrita. ¡Que lo disfrutes!

 
 
 

¿Cómo llevas el tema de la puesta de límites tú? ¿Te atreves pero luego sientes culpa? ¿Lo haces pero te disculpas? ¿No te atreves y luego sientes que se han aprovechado de ti? ¿Dices siempre que sí por miedo al conflicto? ¿Pones límites agresivamente?

Atreverse a poner límites tiene mucho más que ver con el auto-conocimiento que con una técnica específica para animarse a ponerlos.

Por supuesto que es maravilloso tener herramientas para el momento donde nos piden algo y a regañadientes estamos por decir que sí otra vez. Sin embargo, cuando tenemos la suficiente compasión, amor, y respeto por nosotros mismos, es mucho más fácil saber expresar lo que uno puede, quiere, y está dispuesto a dar y lo que no.

La autora e investigadora Brené Brown dice que los límites son una manera de encontrar el equilibrio entre ser generoso con los demás y ser fiel a nuestra integridad. Es mantenerse leal a uno mismo y centrado, y a su vez poder tener compasión por los demás siempre teniendo claro lo que está bien y lo que está mal. Atreverse a establecer límites es encontrar el coraje de querernos a nosotros mismos, incluso cuando corremos el riesgo de decepcionar a los demás. Pienso que la capacidad de trazar líneas que nos delimiten tiene mucho que ver con el mirar hacia dentro y con entender que nos resulta saludable y que no, qué nos hace sentir a gusto y que no, que nos hace sentir cómodos con nuestras decisiones y qué no, y qué transgrede nuestra esencia y qué no.

Mis clientes a veces me dicen “tengo que aprender a poner límites” y sí, en la superficie es cierto que hace falta hacerlo, pero hurgando un poco más descubrimos que la incapacidad de hacerlo tiene que ver con su miedo al rechazo, con el no valorarse a sí mismos, con el no saber si son dignos de ser amados, y con no saber si son lo suficientes. Es mucho más fácil ganarse la aprobación del otro diciendo “sí, puedo, olvídate” que expresando “mira, ahora no puedo, lo siento”. ¡Ojo! Todos estos son mecanismos inconscientes por eso es necesario pedir ayuda muchas veces. No es que vayamos por la vida diciendo “bueno, me aguanto esto pero a cambio seré importante para esta persona”, no, todo esto sucede en un plano que la mayor parte del tiempo ni siquiera podemos reconocer.

Las alertas y qué hacer

La luz amarilla del semáforo se enciende cuando un “sí” nos hace sentir enojo, primero hacia quien pide y luego hacia nosotros por no haber dicho que no a tiempo.

La luz roja se enciende cuando sentimos resentimiento porque nos están usando pero no sabemos qué hacer para salir de esa trampa.

La luz roja se enciende cuando sentimos resentimiento porque nos están usando pero no sabemos qué hacer para salir de esa trampa. El secreto como siempre es pausar y desarrollar una presencia que observa cómo nos sentimos. Acto seguido es tener la capacidad de preguntarse ¿qué me quiere decir este malestar? ¿Qué me quiere enseñar? Y es cuando nos ponemos en contacto con nuestro sentir y con quién realmente somos que podemos decidir si decir que “sí” con gusto real o “sí pero ahora no”, o “no” rotundamente. Lo importante es que sea lo que sea que expresemos será el resultado de nuestra elección porque sabemos y sentimos lo que valemos y nos respetamos.

Escucharnos, respetarnos

Nuestro mundo interior es nuestro refugio, al igual que a nuestro hogar físico, debemos cuidarlo, amarlo, y mantenerlo. ¿Dejarías entrar a tu casa a alguien que rompe tus cosas, ensucia tus espacios, o se lleva todo por delante? ¿Dejarías que entre a tu casa alguien que te maltrata o te amenaza? Y he aquí otro punto importante, una vez recobramos nuestro poder y capacidad de ver, hay que mantenerse firme. Aun me acuerdo cuando era chica que a lo mejor me animaba a decir que no al principio para luego terminar pidiendo perdón y hacerlo todo. No soportaba las malas caras y no podía soportar los enfrentamientos. Ni que hablemos de los chantajes emocionales “¿puedes hacer esto y luego aquello y de paso esto otro? Tú que eres tan buena no como el resto de los niños, ¿vale?” Y ese es un ejemplo muy básico de algo que es terrible.

La psicóloga Sheryl Paul dice que así como a nuestros hijos les hace bien que nosotros seamos padres amorosos, atentos, presentes y capaces de decir “sí” a esto y “no” a aquello, es importante que desarrollemos esas figuras de padres dentro nuestro (imagínatelo como una voz interior que te guía, esto no tiene nada que ver con tus padres biológicos) y que nos dejemos guiar por estas. ¿Qué te diría el ser más compasivo/a que te quiere y conoce bien? Esa pregunta puede ser un buen punto de partida para poner límites. Cuando sabemos establecer límites, fortalecemos nuestra auto-estima, nuestro sentido de quienes somos y nuestra asertividad y en consecuencia, nos empoderamos.

Poniendo límites

En cuanto al cómo poner límites, hay ciertas características que son siempre útiles:

  1. Se claro: transmite tu mensaje evitando el “ni”, que no es ni “sí” ni “no”.

  2. Exprésate con respeto: pon tus límites de forma amable y sin atentar contra los demás.

  3. No des explicaciones innecesarias: la culpa muchas veces nos lleva a argüir exageradamente cuando no podemos hacer lo que nos piden.

  4. Mantente firme.

  5. Atrévete a no gustar.

Cuando nos animamos a mirar hacia adentro validando quiénes somos y qué necesitamos, tenemos la claridad para ver si el otro se está pasando de la raya, ese discernimiento nos da la capacidad de elegir cómo responder. Y recordemos que el alma siempre agradece cuando somos fieles a nosotros mismos. Esto nos da una paz mental inconmensurable. ¡Anímate a poner límites saludables!

Un fuerte abrazo ❤