Amar o rechazar las Fiestas

 

Hola …. ¿Qué tal?

Hoy quiero contarte los sentimientos contradictorios que suelo tener en esta época. Por un lado me gustan los adornos, las luces, los mercadillos, los villancicos, los escaparates y las pelis Navideñas. Por otro lado, tengo que admitir que durante años he sufrido mucha presión por estos días.

🤔¿Soy yo o somos varios los movilizados por las Fiestas? 🎄🎅🏻

Puedes oír el podcast con este reproductor, o si prefieres la lectura tienes debajo una versión escrita. ¡Que lo disfrutes!

 
 

En mi interior siempre han surgido todo tipo de sentimientos contradictorios. Por un lado el deseo de vivir las Fiestas con un espíritu de reflexión y de crear un entorno especial en mi hogar que acoja a mis hijos, mi familia y amigos en común unión. Por otro lado, tengo que admitir que durante años he sufrido mucha presión por estos días. No soporto andar a las corridas para preparar todo. Tengo que admitir algo tan trivial como que nunca me he organizado muy bien con los regalos, por ejemplo. Siempre he terminado comprando unos días antes de Navidad con las calles atiborradas de gente. La sensación de agobio y de sinsentido en todo ese consumismo (del que soy parte sinceramente) ha sido siempre muy incómodo.

Rebelde Way

No sé cuando empecé a rechazar las Fiestas pero por mucho tiempo me situé en el bando de los renegados. Creo que todo empezó en mi adolescencia porque perdí la ilusión de niña que creía en la magia de Papá Noel y los Reyes, de repente y a raíz de eso, se apoderó de mí cierto desasosiego. Mi madre, que en paz descanse, siempre fue un total opuesto a mí en ese sentido. Amaba las reuniones familiares grandes, los detalles en la mesa y las paredes, el árbol de Navidad y su enorme pesebre. Se preparaba con mucho tiempo - que el menú, que los invitados, que los regalos, y así un sinfín de tareas que a mí me abrumaban. Me da tanta pena pensarlo pero mientras ella hacía y hacía para que todos se sientan a gusto y bienvenidos, yo protestaba y le decía que las Fiestas eran otra cosa. Le machacaba que se estaba alejando del sentido verdadero de esta época. Ahora me pregunto con qué autoridad me ponía en ese papel de juez de la situación. La pobre estaba derrotada entre mi padre que nunca hizo mucho y sus hijos que pasábamos olímpicamente de lo que ella tanto amaba. Hoy con el corazón en la mano pienso que yo proyectaba en mi madre la desilusión de no vivir las Fiestas con la esperanza y la alegría que sentía ella.

Hoy

Este año pienso diferente. Deseo que cada uno haga lo que está en su corazón. Me hago cargo de haber señalado a los que vivían las Fiestas de forma más brillosa o ruidosa que yo, que siempre he sido más minimalista. Es lo que decía antes, detrás de mi postura de rechazo, había un duelo y es el de haber perdido la inocencia de pequeña que tenía fe. Es más, si voy una capa más profunda, encuentro cierta rebeldía tardía como respuesta a mi sentimiento de inadecuación por ser “muy sensible”. Durante mi adolescencia, mis padres se preocupaban porque yo iba por la vida sintiéndolo todo visceralmente. Con lo cual, la desazón que sentía en las Fiestas, me la tragaba año tras año para no cargarlos y para ser respetuosa de las tradiciones que amaban. Aunque les parezca mentira, no fue hasta mi último viaje a Madrid este año con sus infinitas calles iluminadas para la ocasión, la gente reunida festejando por adelantado, la alegría rebosante en cada rincón, que me desarmé. Me recordó a mi madre que deseaba eso mismo para nosotros. También sentí el abrazo colectivo de estar todos juntos en esto. Después de todo, detrás de toda esa algarabía, debía haber muchos que como yo viven las Navidades con sentimientos encontrados. Es un poco como el yin y el yang. Por un lado la parte bonita, lo que reluce, y por el otro, la inevitable sensación de paso del tiempo, de fugacidad, de balances, de personas que ya no están, y tantos otros desafíos más.

A Fluir… y celebrar con intención

No es una época para mucho análisis sino para hacerles lugar a todas nuestras emociones. La invitación es a fluir con nuestro sentir en su totalidad sin resistir lo que no nos gusta y saboreando lo que sí. ¿Y sabes qué más? Tenemos la oportunidad de vivir estas Fiestas con sana intención. Si te vas a reunir con todos tus parientes, a comer y reír en grande para celebrar esa unión intencionadamente, genial. Si tu intención es pasarla sobriamente con tus seres cercanísimos, adelante. Hay bienestar en todas sus manifestaciones siempre que tengamos los sentidos y el corazón bien abiertos. En estas Fiestas nos deseo entonces que estemos verdaderamente presentes y conscientes.

Amar o rechazar

El título de esta publicación es si amas o rechazas las Fiestas. Desde mí, he decidido no posicionarme ni en un extremo ni en el otro. Mi padre viene a visitarnos. Presiento que será fuerte vivirlas con él y sin mi madre, mi intención es no tapar ese dolor, y a su vez, tener el alma abierta para saborear la gratitud profunda que siento por la familia y los amigos que tengo. También deseo compartir la alegría de mis hijos por estos días que encuentran tan fascinantes. Espero además que podamos pausar entre tanto ajetreo. Hay unas palabras de Tara Brach que son ideales:

“Cuando aceleramos, violamos nuestros propios ritmos naturales de una manera que nos impide escuchar nuestra vida interior y estar en un campo resonante con los demás. Nos ponemos rígidos. Nos hacemos pequeños. Anulamos nuestra capacidad de apreciar la belleza, de celebrar, y de servir desde el corazón”.

Tara Brach

Aún faltan unos días, pero vayamos preparando un espacio en nuestro interior para vivir estas Fiestas alineados mente, cuerpo y alma.

La semana que viene te regalaré una meditación para adentrarnos en las Fiestas con consciencia plena.

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