Años de soledad
Hola …. ¿Qué tal?
Tal como sugirió una suscriptora hoy vamos a hablar de la soledad. Estamos acostumbrados a hablar de nuestras relaciones pero ¿qué pasa cuando algo acontece y de repente nos quedamos solos? y ¿qué sucede cuándo buscamos estar solos porque simplemente lo disfrutamos?
Este es un tema vasto porque hay varios tipos de soledad. Me voy a enfocar en la soledad circunstancial y en la soledad buscada.
Puedes oír el podcast con este reproductor, o si prefieres la lectura tienes debajo una versión escrita. ¡Que lo disfrutes!
La soledad circunstancial deviene a la falta de compañía ya sea por la pérdida de alguien querido, una separación, la vejez, o una mudanza, por ejemplo. Ésta no es una soledad elegida pues quien la experimenta desea estar con alguien pero circunstancialmente se encuentra sola/o. La soledad buscada es una soledad nutritiva que se nos hace necesaria en el medio del trajín del día a día. Esta soledad nos ayuda a estar en paz, a centrarnos, y a evolucionar. El escritor argentino, Julio Cortázar dijo:
“Yo soy por naturaleza solitario, me siento bien solo, puedo vivir solo, puedo vivir largos periodos solo (…) a veces en grandes reuniones, en contactos humanos muy bellos, en que me siento muy bien y en que estamos haciendo cosas en común, hay un minuto en que me digo: ‘¿Hombre, por qué no estás escuchando un disco tranquilo en tu casa?’ ”
Entrevista realizada a Julio Cortázar por Joaquín Soler Serrano para el programa "A fondo" de Televisión Española en 1977.
Seguramente, muchos de nosotros nos podemos identificar con esa sensación de placer en solitario.
La soledad circunstancial
Todos nos hemos sentimos solos circunstancialmente. De a ratos, con menos o más frecuencia, todos hemos compartido el mismo sentimiento de soledad. A algunos les ha sucedido en su trabajo, a otros en sus estudios, a otros en reuniones sociales, a otros en sus nidos vacíos, a otros en el silencio de su hogar, todos hemos tenido un contacto íntimo con la soledad. Damos saltos de fe todos los días, sorteando esa sensación de ser uno con su alma desnuda en un mundo donde no siempre encontramos una comunidad que nos cuide y nos abrace. Siempre digo que antaño, las tribus eran terapéuticas, los mayores cuidaban a los de mediana edad, y estos a los más jóvenes. Hoy vivimos en tiempos rápidos y de híper conectividad. Estamos a un whatsapp de distancia y sin embargo, no encontramos el tiempo para dedicarnos energía y cuidado. La soledad circunstancial a veces duele mucho. Pienso en mi padre que enviudó de un instante a otro y siempre me dice que él está solo de toda soledad. Hoy sufre su duelo, hoy su casa le queda grande, hoy va de aquí para allá pero la sensación de soledad de mi madre no se la puede arrancar. Escribo y se me vienen a la cabeza algunos clientes que están atravesando un desamor o han dejado su tierra y aun no encuentran sosiego en sus circunstancias. Y como esos ejemplos de soledad circunstancial hay muchos más.
La pregunta sería cómo sortear la soledad impuesta por las circunstancias. Sé que cuando el corazón duele no escucha razones pero pasado el tiempo de duelo y de trabajo sobre sí, hay que animarse a dar los primeros pasos. Lo primero que podemos hacer es relajarnos en la confianza que hay una energía superior (llámala Dios, llámalo Universo, llámalo tu yo más despierto) que nos está guiando todo el tiempo, y que nos ayuda a reorganizarnos siempre. Luego es importante adoptar una actitud de amor a la vida. Pregúntate ¿Estoy honrando mi vida? ¿Cómo puedo hacerlo? Anímate a llamar a otros y pregúntales con real curiosidad cómo están. Haz actividades que te regocijen. Agradece todo lo que sí tienes y lo que está bien en tu vida. Cuida tu mente, tu cuerpo, y tus emociones conscientemente. Busca ayuda e invierte en ti. Conforme des un paso a la vez, un día por vez, irás aceptando y entendiendo lo que sientes, y te abrirás a otros y a nuevas experiencias, que enriquecerán tu vida.
La soledad buscada
La soledad elegida es muy diferente, es esa soledad que nos hace felices, es la que buscamos para recargarnos. Empecé diciendo que vivimos en un mundo de actividad excesiva, de muchas interacciones, que no es lo mismo que relaciones, y agrego que vivimos en medio de mucho ruido literal y metafórico. Es por eso que creo que muchos buscamos tener nuestros espacios a solas. En esos silencios escogidos, podemos hacer nuestras pausas sagradas, estar presentes en el aquí y ahora, disfrutando de nosotros mismos, escuchando lo que necesitamos, potenciando nuestro ser y encontrando claridad para reencauzar lo que hace falta. Es un portal a tener una relación íntima con nosotros mismos y a prodigarnos amor. Es la mejor cita con nosotros mismos. El místico y poeta persa Hafiz dijo,
“No renuncies a tu soledad tan rápido. Deja que corte un poco más. Deja que fermente y te madure como pocos ingredientes – humanos o divinos – pueden”
Hafiz
La soledad deseada y elegida nos hace evolucionar y desplegarnos. Nos ayuda a vivir de adentro hacia afuera y a integrar nuestras luces y nuestras sombras. Es el espacio donde encontramos nuestro refugio, nuestra brújula interior. Como dijo Hafiz, no apresuremos nuestros tiempos en soledad, dejemos que los nutrientes de nuestra alma sean asimilados mejor por nuestro organismo, haciendo de nuestra vida un lugar más sano y más sabroso. Seguramente, esos espacios de soledad que nos potencian, repercutirán positivamente en el resto de los encuentros de nuestra vida.
Y a ti… ¿te gusta tu soledad?
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