Cuánto anhelo ese cambio pero no me animo 😱
Hola …. ¿Cómo estás?
Esta semana quiero convidarte una vivencia personal y te invito a que juntos le echamos luz a las emociones que nos generan los cambios.
Puedes oír el podcast con este reproductor, o si prefieres la lectura tienes debajo una versión escrita. ¡Que lo disfrutes!
Este último fin de semana fue muy emotivo porque se cumplieron dos años desde que tomé a mis hijos y mi perrita de la mano para subirnos a un avión que nos reuniría con mi esposo, que nos esperaba en Barcelona, España. A lo que quiero darle foco en este espacio es a la transición que tuvimos nosotros, los pasos que seguimos, los sentimientos que atravesamos, y convidarlo a todos los que están fantaseando con hacer una metamorfosis y a los que me consultan y me escriben sobre este tema, ya sea porque están atravesando un cambio o quieren hacerlo pero no se animan.
Lo primero que quiero destacar es que no basta con coquetear con una idea, podemos soñar despiertos, dedicarnos un poco aquí y otro poco allí, pero si no sentimos el rugir interno que nos pide que trabajemos profundamente en el cambio, no lo lograremos. Es un poco como las relaciones de pareja - puedo salir con alguien, jugar a ser la mejor versión de mí para seducir al otro, pero si no estoy decidida a dejar que el otro entre en mi vida, a tener una comunicación honesta, a tener paciencia, a enfrentarme a mis demonios y a ser flexible, no fructificara la relación.
De todas maneras, podemos estar súper convencidos de que es necesario hacer la transición que deseamos pero nuestro cerebro nos va a intentar devolver a lo conocido, a nuestra zona de confort. Estamos programados para evitar la incomodidad a toda costa, aún si lo conocido es machacarnos con mensajes como “estás loca, cómo vas a cambiar ahora”, “ya es tarde, ¿a esta edad?”, “nadie te apoyará”, “si estás bien así, ¿para qué?” “Te falta talento/ capacidad/un título”. Por más limitantes que sean estas frases, cuando estamos acostumbrados a escucharlas y a darles crédito, nos resulta mucho más cómodo, fácil y seguro escondernos y no embarcarnos en nada.
Para nosotros fue un desafío dejar de pensar desde un lugar de “qué bueno estaría” para reclamar nuestro llamado, arremangarnos y empezar a diseñar el mapa real de cómo llevaríamos a cabo la mudanza. Para otros será empezar o terminar una pareja, empezar o cambiar de trabajo/proyecto, decidirse a tener hijos, a comprar su casa, o empezar a estudiar o cambiar de estudios, entre tantos motivos de cambio más. Y aquí quiero destacar que así como es importante atender los temas del afuera, en nuestro caso por ej., de qué íbamos a vivir, dónde, el colegio de nuestros hijos etc. hay algo aún más importante al que hacerle caso y es a nuestro mundo interior.
Me siento aterrado, confundida, estresado, adormecida, agobiado, triste, enojada ¿Qué necesita de mi cuidado? ¿Es mi necesidad de tenerlo todo bajo control? ¿Será mi tendencia perfeccionista? ¿Será mi miedo a ser desaprobada? ¿Será mi baja autoestima? Es ahí a donde hay que mirar, es en esos vericuetos internos a donde hay que echar luz y trabajar sobre sí. ¿Cómo puedo dejar esas conductas que me impiden avanzar?, ¿Cómo puede ser más auto-compasivo?, ¿Cómo puedo abrazarme como la persona más sabia y amorosa del mundo lo haría?, ¿Cómo puedo ponerme de mi lado?, ¿Qué puedo hacer para dejar de atacarme?
El auto cuidado es permanente, nuestra tendencia va a ser alejarnos de nuestro centro seducidos por los miedos y la inseguridad, entonces, el desafío es echar un ancla interior, como los barquitos que se mueven un poco de donde se encuentran pero el ancla los trae a su lugar. Es importante recordar también que los cambios reales requieren que dejemos ir a nuestra antigua identidad y hábitos que habíamos construidos. Esto es incómodo, duele, preocupa y hasta aterra, es necesario pausar para trabajar sobre estas emociones porque es realmente un cambio de piel. Necesitaremos la mano de alguien que confíe en nosotros para que nos arrope y nos impulse.
Luego tendremos la sensación de que tenemos un pie en el viejo lugar y otro apoyado en el lugar deseado. La sensación de incertidumbre por lo que vendrá es inevitable, es algo así como tirarse de un avión en paracaídas y empezar a temer que no se abra, es estar en el hall de una casa sin saber si al recorrerla nos sentiremos a gusto. Es el no estar ni aquí ni allí aún y es en este punto que necesitaremos tener una férrea decisión de cruzar el umbral. Las palabras que se me vienen a la mente son fortaleza, determinación y confianza. Y como nos tiemblan las piernas en ese momento, es necesario entregarse a eso más grande que uno mismo, al Universo, a Dios, al Amor de nuestra pareja, hijos o nuestros amigos, cada uno sabrá que le resuena más.
Aún recuerdo el cimbronazo que sentí que me sacudía desde lo más profundo cuando nos abrochamos los cinturones en el avión con mis hijos pequeñitos, llenos de fe en mi marido y en mí, yo sintiendo una gran responsabilidad hacia ellos. Las emociones estaban mezcladas, por un lado el alivio de estar cruzando el umbral realmente y por otro, cierta inquietud acerca de lo que nos esperaba nada más bajar el avión. La solución fue tener fe y saber que todo se puede con creatividad y flexibilidad. Lo que puedo contarles con toda tranquilidad es que cuando nos reunimos todos en nuestro nuevo hogar, nuestras almas se iluminaron de gratitud por haberlo logrado y de calma curiosidad por todas las posibilidades de crecer y reinventarnos juntos que nos esperaban. Y así ha sido y nos sentimos completamente bendecidos.
Un abrazo fuerte ❤