Mi cuerpo y yo (Parte 2)

 
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Hola …. ¿Cómo estás hoy?

Quiero empezar por agradecer la lluvia de mensajes llenos de sabiduría a propósito de la primera entrega de “Mi cuerpo y yo”. Tomar conciencia es el primer paso para sanar, y con las acciones amorosas necesarias, poco a poco llegaremos a transformarnos.

Esta semana me gustaría invitarlos a pensar nuestra desconexión entre mente y cuerpo. Parecería que la mayor parte de nuestra existencia ocurre en nuestra mente y nuestro cuerpo queda olvidado. Pregúntate ¿cuánto tiempo paso habitando mi mente? y ahora, ¿cuánto tiempo paso habitando mi cuerpo?

Puedes oír el podcast con este reproductor, o si prefieres la lectura tienes debajo una versión escrita. ¡Que lo disfrutes!

 
 
 
 

Michael Singer en su libro “The Untethered Soul” (algo así como “El alma sin ataduras” en castellano) dice:

"En caso de que no te hayas dado cuenta, tienes un diálogo mental dentro de tu cabeza que nunca se detiene".

Ese dialogo interno mental no para ni un minuto. Nos dice “¿qué me quiso decir? ¿Cómo puede ser? ¡Qué injusto esto! ¡No lo hagas, te irá mal! ¿Se cree que soy tonta? ¡Me veo terrible! ¿Qué debería hacer? y bla bla bla nuestra mente sigue y sigue.

A diferencia de la filosofía oriental que toma al cuerpo, mente y espíritu como parte de un todo indivisible, en la cultura occidental tomamos al cuerpo como algo separado de la mente, me atrevería a decir que lo vemos como una máquina que debe cumplir funciones según mande la mente – trabajar, producir, esforzarse, y hasta verse de cierta manera. ¿Se acuerdan del “pienso luego existo” de Descartes? De acuerdo a esta formulación, gracias a nuestro pensamiento, no hay dudas de existimos. Y es aquí donde empieza el desafío. Es tal la disociación de nuestra mente y nuestro cuerpo, y tal el ensalzamiento de nuestra función intelectual y mental, que nos olvidamos de nuestra vida del cuello para abajo. Vivimos en la mente y la ocupamos tanto que en algunos casos llegamos a sentirnos quemados. Me resulta interesante el pictograma chino de la palabra “ocupado” que se compone de dos caracteres diferentes: corazón y matanza. No soy experta en chino pero si siento ese ataque a mi corazón cuando mi mente no para, y sé que no soy la única porque lo veo todo el tiempo en mis clientes también. Por tanto resulta imprescindible integrar y alinear cuerpo y mente para encontrar alivio y claridad.

De ninguna manera se trata de aniquilar el pensamiento, al contrario, se trata de desarrollar una presencia que observa nuestra mente ocupada y todos los mensajes que nos auto contamos. Y para ser conscientes de nuestros procesos mentales y encontrar nuestra paz interior, es necesario ponerse en contacto con el cuerpo. ¿Qué siento? ¿Tensión? ¿Dolor? ¿Dónde? ¿En los hombros? ¿En la panza? ¿En el cuello? ¿Cómo lo percibo? ¿Es intenso? ¿Es palpitante? ¿Cuándo mi cuerpo responde así que me quiere decir? ¿Estoy tratando de controlar todo/de ser perfecta/de agradar? Poco a poco, toda esa actividad mental se relaja y se integran cuerpo, mente y espíritu. Esto produce un gran alivio. Esa pausa, y ese regreso al cuerpo nos permite discernir: “ah, me estoy perdiendo en mi pensamiento, necesito aflojar, relajar”. La profesora de Mindfulness Tara Brach nos enseña que cuando regresamos al cuerpo en el momento presente con gentileza y bondad, estamos creando un nuevo hábito, una nueva forma de estar en el mundo.

Tal vez se están diciendo “todo muy lindo pero si es tan fácil, ¿por qué mi modo por default es abandonar mi cuerpo y quedar entrampado/a en mi mente?” La respuesta es que la integración del cuerpo y la mente en el momento presente es sencilla, y que, como todos los hábitos, requiere de práctica. Cuando nos descubrimos perdidos en nuestros pensamientos, hay que traernos otra vez al presente, a donde nos encontramos en ese momento, y al cuerpo. Imagínense si cada vez que se encontrasen enroscándose con escenarios futuros o machacándose por el pasado, pudieran decir “Son solo pensamientos, me estoy comiendo la cabeza, eso no tiene por qué ser así. A respirar hondo”. ¡Qué bálsamo sería!, ¿verdad? Lo cierto es que si no nos volvemos conscientes de que como opera la mente, es un no parar. Cuanto más le damos poder a la mente y le damos vueltas a un tema, y lo analizamos, y lo juzgamos, mayor es nuestra falsa sensación de control. “Si lo pienso mucho, será perfecto, y así nadie me juzgará”. Pero… ¿qué pasa cuando me doy cuenta que he pasado años tratando de tener todo bajo control y de hacer todo de forma impoluta? Me inunda la tristeza y la ansiedad porque el control y la perfección no existen, son inalcanzables. Y si no tomamos conciencia será un círculo vicioso porque a más inseguridad, nerviosismo, deseo de como tienen que ser las cosas, y/o temor, más actividad le daremos a la mente con el fin de saciar nuestro objetivo. Lástima que todo nuestro sistema será como una olla a presión donde la ebullición de nuestros pensamientos será tan grande que nuestra válvula de escape será alguna manifestación sintomática en el cuerpo. El insomnio, la falta de concentración, la fatiga, los problemas digestivos, las enfermedades auto-inmunes, entre otros tienen una relación directa con el estrés que nos produce nuestro ajetreo mental.

Por eso este blog es un pedido contundente a integrar cuerpo y mente con atención plena. No hay nada de qué avergonzarse con nuestros pensamientos obsesivos. Tampoco nos sirve rechazar nuestra tendencia a racionalizarlo todo. Como nos dice Jung “lo que resistes, persiste”. Más bien es aceptar con calma y empezar a trabajar en relación a nuestro sentir y necesidades más profundas. Ese es el camino para encontrar las causas que nos mantienen atrapados en la mente. E insisto, si no puedes, atrévete y pide ayuda. Cuando veo que mis clientes están sufriendo, lo primero que les pido es que no racionalicen por un momento y que me cuenten que sienten a nivel corporal. Es impresionante lo que llegamos a descubrir a partir de ese momento, empezamos a apartar todos los velos y llegamos al meollo que hace síntoma en el cuerpo. Es por eso que este último es nuestro gran aliado, tal vez no queramos mirar pero el cuerpo habla lo que la mente calla. Como decía la semana pasada, lo principal es recorrer el camino intermedio – ni exterminar nuestros pensamientos ni creerles ciegamente, ni venerar nuestra mente ni rechazarla. Todo nos pertenece y todo requiere de nuestro cuidado.

Me gustaría redondear convidándoles un aprendizaje del curso “Vivir desde un lugar de entrega” que ofrece Michael Singer, y que tuve la fortuna de realizar (solo disponible en inglés). Singer nos enseñó que no hay nada más importante para el verdadero crecimiento que darse cuenta de que no somos la voz de nuestra mente, somos quienes la escuchamos. Si miramos objetivamente, y esto es más fácil en la contemplación y la meditación, caeremos en la cuenta de que mucho de lo que dice esa voz no tiene sentido. La mayor parte de la conversación que mantenemos con nuestra voz interior, es solo una pérdida de tiempo y energía. La verdad es que la mayor parte de nuestra vida se desarrollará de acuerdo a fuerzas que escapan a nuestro control, independientemente de lo que diga nuestra mente al respecto. El ejercicio de volver al cuerpo para abrirnos a nuestra experiencia aquí y ahora, es la puerta para aquietarnos, para observar nuestros pensamientos sin comprarlos y para trabajar con la paleta de nuestras emociones.

Si conoces a alguien que le puede venir bien este mensaje, tiéndele la mano y reenvíale este blog/podcast. Gracias.

Un fuerte abrazo ❤