No sé si estoy a la altura de “…”
Hola …. ¿Qué tal?
Esta semana te invito a explorar esa inseguridad, casi crónica, a no ser lo suficiente en el trabajo y/o en la vida personal y cómo esta inseguridad es percibida por los demás.
Claro que uno empieza a pelar las capas de cebolla para llegar al meollo que causa este sufrimiento y el tema es complejo y requiere de un acompañamiento personalizado. Sin embargo, voy a intentar trazar unas líneas que atraviesan este tema desde su raíz, pasando por su manifestación y explorando qué hacer frente a esto.
Puedes oír el podcast con este reproductor, o si prefieres la lectura tienes debajo una versión escrita. ¡Que lo disfrutes!
A ver si te resuenan algunas de estas preguntas: ¿alguna vez has sentido que tienes tu trabajo porque tuviste suerte pero no por tu mérito? Lo mismo es válido para las relaciones, ¿has sentido que no estás a la altura de la persona que está a tu lado? ¿Sientes que tus amigos te quieren porque eres complaciente? Lo mismo aplica para el trabajo ¿dices siempre que sí y por eso te sientes valorada? ¿Sientes que tienes conocimiento técnico pero te faltan cualidades interpersonales? ¿Tapas algo que consideras un defecto físico siendo simpático? Y la lista sigue y sigue…
Les doy un ejemplo personal. Cuando yo era chica era muy sensible, podía percibir todo lo que me rodeaba, algo que me hacía bastante vulnerable, no débil, en absoluto, pero muy abierta a lo que me acontecía a mí y a los demás, y había otra cosa... era muy tímida. Encima en mi casa valoraban mucho la simpatía, la extroversión, la aceptación social, y la belleza. Recuerdo perfectamente un día que una maestra tomó mi cara entre sus manos y me dijo “ay pero que niña más fea”, mi madre estaba a mi lado y ambas se rieron con picardía. Yo era tan pequeña que no entendí que era un chiste así que me dolió muchísimo pero no dije nada, lo tragué como otras tantas cosas. Otro tema que me marcaría cuando todavía era muy pequeña eran las fiestas de cumpleaños. Mi madre me acompañaba y yo me quedaba toda la velada pegada a ella, inhibida por los otros niños. Era muy chica pero sentía (tal vez escuché algo, no lo sé) que a mi madre le pesaba que yo fuera así, y para mí “desilusionarla” era desolador. Claramente, hice lo que hacen la mayoría de los niños para ser amados, me esforcé para enterrar bien a fondo lo que yo creía que eran defectos inaceptables en mí.
Les doy otro ejemplo de algo parecido pero en el ámbito laboral. En la experiencia de varios de mis clientes, su sensación es que no tienen el carácter o la capacidad necesaria para estar en sus trabajos. Esto por supuesto les trae aparejado mucho estrés. Cuando les pregunto qué creen que los llevó a donde están, la respuesta es siempre la misma “y porque yo sé mucho de este tema. El problema es que no tengo el carácter para llevar adelante equipos” o “Debe ser que me resulta fácil relacionarme con los demás y soy muy de tirar para adelante. El tema es que me falta el nivel de especialización requerido”. Cuando les pregunto cómo manejan esa inseguridad me cuentan o que ponen distancia y se esconden de los otros para no correr riesgos o que le dicen a todo que sí para suplir lo que ellos creen una carencia técnica o de conocimiento para el puesto. ¿Cuál es el resultado? Hay un sufrimiento interior muy grande en el esfuerzo de tapar las falencias percibidas y una híper vigilancia para que el verdadero ser no salga a la luz. En algunos casos esto es a desmedro de su progreso y de hacerse oír y contribuir. Es más, a veces la necesidad de evitar el error a toda costa es tan grande que directamente dejan de ser proactivos.
El quid de la cuestión en los ejemplos anteriores es que tanto en lo personal como en lo laboral hay una desconexión con las gemas que viven en nuestro interior y la creación de un “personaje” que creemos que nos mantendrá a salvo. La mirada está tan puesta en el afuera y en lo que nos convencemos que carecemos para estar a la altura de tal o cual cosa, que dejamos de ver dentro nuestro todo lo que tenemos para compartir con los demás. Como dice el neurocientífico Rick Hanson “a menudo cuando parece que el mundo no es digno de confianza, lo que está sucediendo es que no confío en mí mismo para lidiar con él". Hay que trabajar en nuestro interior para recuperar la fe en uno mismo, para echarle luz a todo lo que tengo para ofrecer y que me hace vibrar alto, para aventurarse a correr riesgos más allá de las posibles caídas pero única manera de progresar, para aprender a reírse de uno mismo y a ir por la vida más liviano sin tomarse a uno mismo tan en serio. Y también es necesario poder pausar y preguntarse “¿pero esto que me estoy planteando es tan así?”. A veces simplemente es reconocer que uno está metido en una máquina de pensar en exceso y de obsesionarse con ciertos parámetros. Hay veces que simplemente hay que poder soportar cierta incomodidad, cierto no saber cómo saldrán las cosas o como me verán para poder atreverse y avanzar. Después de todo somos únicos y lo que traemos a este mundo no lo trae nadie más.
La psicóloga Virginia Gawel dice algo maravilloso: “el miedo al rechazo rige nuestra vida sólo mientras nos rechacemos a nosotros mismos. De cualquier rechazo podemos sobreponernos, salvo del seguir auto-rechazándonos”. La sensación que no tenemos lo suficiente para “…” parte en gran medida de nuestro miedo a no ser aceptados pero sobre todo del auto-repudio. Cuando damos la vuelta en U y empezamos a mirarnos con ternura, podemos descubrir la riqueza en nuestro interior y abrazar nuestra identidad, necesidades, tiempos, y deseos. Poco a poco se va abriendo frente a nosotros un mundo que no imaginábamos, más honesto y compasivo con nosotros mismos, y donde mente y corazón están alineados.
Un fuerte abrazo ❤