Nuestro cuerpo, nuestra mayor traición

 

Hola …. ¿Qué tal?

Para los que vivimos en el hemisferio norte ha empezado el calor y con él, la necesidad de sacarnos la ropa y mostrar nuestro cuerpo.

Más allá de cuanto te muestres, ¿qué sientes cuando contemplas tu cuerpo en el espejo? No nos enfoquemos solo en nuestras curvas o falta de éstas. Vamos a sumar a este tema también, el reflejo del paso del tiempo en nuestro rostro y en nuestro pelo. Este es un asunto delicado que comparten mis clientes varones y mujeres por igual.

Puedes oír el podcast con este reproductor, o si prefieres la lectura tienes debajo una versión escrita. ¡Que lo disfrutes!

 
 

Lo entiendo perfectamente porque a mí me agobió durante muchísimos años. Son muchos los frentes que abordar cuando se habla sobre este tema. Por un lado, tenemos que ahondar en nuestra crianza y educación y cómo las personas de autoridad nos hacían sentir con nuestro cuerpo. Por otro lado, existen unos parámetros de cuerpos jóvenes y magros en los medios de comunicación que no concuerdan con la de los hombres y mujeres reales. A esto se le suma, la presión de las redes sociales, donde mucha gente ostenta su juventud eterna y su bajo peso, lo que, lamentablemente, empuja a muchísima gente a compararse obsesivamente con otros. El perfeccionismo y la auto-crítica también contribuyen a internalizar la idea de que nuestro cuerpo nunca está a la altura de lo que tendría que ser. Este tópico es tan vasto que debería dedicarle varios artículos pero basta con esta breve introducción para entender porque nuestra pobre auto estima a veces se cae a pique.

Como te contaba, yo sufrí mucho este tema desde pequeña porque mi madre, que en paz descanse, temía que yo hubiera heredado sus genes y sea “gordita” como ella se percibía. Mi madre siempre fue guapísima pero no lo veía. Vivía a régimen y a ejercicio porque no podía soportar la idea de tener unos kilos de más. En su juventud alguien le contó como un chico muy popular había comentado a boca de jarro que mi madre era preciosa y tenía muy buenas formas pero que se podía vislumbrar que una vez casada y con hijos sería un poco gorda. Imagínate como impactó semejante acoso verbal en mi pobre madre. Hasta ese entonces ella había estado muy tranquila con su cuerpo, sin embargo, estos dichos de alguien tan influyente para ella la derrumbaron. Una vez de novia con mi padre sus inseguridades se acrecentaron porque él siempre ha pensado que la belleza es sinónimo de flacura. Total que desde muy pequeña, en mi hogar, las mujeres estábamos en un círculo vicioso donde se comía todo dietético, había que hacer deporte, y se hablaba obsesivamente sobre la imagen corporal. Mi madre me decía “hija, tienes que ser delgada antes de que llegue tu pubertad o vas a vivir a dieta como yo”. Ella lo decía con la mejor buena intención pero yo vivía literalmente aterrada a engordar, a no gustar, a no agradar, y hasta a ser víctima de algún comentario que me dejara una cicatriz de por vida como le había pasado a ella. Alrededor de mi adolescencia, perdí mi confianza en ese aspecto tan crucial y empecé a buscar la aprobación de otros. Vivía preguntándole a mis amigas y familia si me veía bien, no tenía ni idea que la que tenía la respuesta era yo.

Hoy me miro sonriendo hace muchos años atrás y me pregunto por qué me tenía en tan baja estima. Me decían algo bonito y yo salía con un “es que tú me quieres”… “no puedes hablarme objetivamente”… “¿te parece?” … “no soy bonita, qué va”. Me miraba al espejo y siempre encontraba algo que rechazar. Tejía mi día a día con amor hacia los que formaban el entramado de mi vida personal y profesional, pero no me valoraba lo suficiente a mí misma. No lo sabía pero tapaba mis inseguridades físicas con logros académicos y profesionales. Siempre estaba ocupada, siempre iba detrás del próximo objetivo. Tenía una imagen de mujer fuerte para el afuera pero sufría en silencio por dentro. En realidad, atravesaba la misma la realidad de muchísimas otras mujeres y tantísimos hombres atrapados en un cultura perversa que realza una imagen de belleza lejos de la persona auténtica y mucho más lejos aún del autoconocimiento y el bienestar holístico (físico, mental, emocional y espiritual). Con los años comprendí que detrás de esas figuras públicas hay entrenadores personales a diario, dietas estrictas, cirugías, y mucho Photoshop. De a poco empecé a contactar mis valores, mis necesidades, y a amarme y aceptarme en mi totalidad. Hoy me miro y digo “qué linda que era, qué pena que fui tan dura conmigo misma”, “cuánto amor en mi mirada, ¿por qué no fui tan compasiva conmigo como lo era con los demás?”. Yo creo que estaba tan anulada pendiente del afuera que dejé de observarme a mi misma. Recuerdo perfectamente como en mis clases de danza contemporánea, me descubrí moviéndome al son de las melodías súper feliz. Mi cuerpo ya no era algo que disecar y reprobar, mi cuerpo era yo misma con toda mi pasión, mis deseos, mis sombras, y mis luces.

“¿Qué aprendí de mis años de auto repudio?”

  1. Que necesitaba despertar y sentirme una con el mundo,

  2. Que quería aprender a meditar, para poder adentrarme en el camino del despertar espiritual,

  3. Que era preciso estar atenta a mi interioridad y atender mis heridas con mucho amor,

  4. Empecé a discernir que la belleza no tiene nada que ver con los mensajes vacíos y superficiales que nos venden los medios

  5. Que me siento hermosa por todo lo que soy, mente, cuerpo, espíritu,

  6. Qué es crucial amarme y sentirme cómoda en mi propia piel y entender que si alguien juzga y critica mi cuerpo, no juega en mi equipo,

  7. Que era necesario ir más allá de mi construcción del deber ser y vivir más liviana.

  8. Que deseo alinearme con las personas que encuentro bellas por su valentía, su empatía, y su capacidad de ayudar a otros a reclamar su poder

  9. Que tengo la necesidad y la delicadeza necesaria para darle la mano más lucidamente a otros que están atravesando algo parecido a lo que pasé yo.

Recuerda que somos un alma con este cuerpo humano que debemos nutrir y cuidar bien, por supuesto, y que este “envase” precisa nuestro cariño.

Espero que te haya hecho bien y te haya ayudado a reflexionar esta publicación. Si conoces a alguien que la necesite, reenvíasela e invítala/o a suscribirse. Gracias por estar ahí y recuerda recomendarnos y evaluarnos en cualquiera de las plataformas que nos estés escuchando. Eso nos da fuerza para seguir ofreciendo este material gratuito semana a semana.


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