Amigo miedo

 
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Hola …. ¿Qué tal?

Esta semana quería convidarte una idea que quiero desarrollar hace semanas y es esto de tener miedo a volver a vivir situaciones que nos incomodaron o que nos tiraron para atrás. El mismo temor que dice presente cuando nos asustamos con escenarios terribles de un futuro imaginario que nos cuenta nuestra cabeza (¡que no para de hablar!). Es algo así como que al primer atisbo de miedo, terminamos espantándonos nosotros mismos tanto con nuestras historias del pasado como con las fantasías de lo que nos convencemos que está por venir.

Puedes oír el podcast con este reproductor, o si prefieres la lectura tienes debajo una versión escrita. ¡Que lo disfrutes!

 
 

¿Alguna vez sentiste un hormigueo en la panza antes de una presentación y te dio miedo que te pase lo mismo que en otra que te bloqueaste un poco? ¿Alguna vez te sentiste rara internamente, con un dejo de malestar al que no le encontrabas sentido, y te asustaste por lo que podría sucederte? ¿Alguna vez tuviste cierto nerviosismo antes de alguna reunión social o laboral, y te dio miedo a pasarla mal? Es casi una paradoja, es como tener miedo a tener miedo, ¿verdad? Miedo a fallar, miedo a perder el control, miedo a no ser amado/a, miedo a no estar a la altura de “…”.

A mí me pasó. Me gusta contarles historias reales para poder graficar lo que digo y porque sé que a través de la identificación pueden aprender herramientas que les van a servir a ustedes también.

Un ejemplo: mi experiencia

Cuando tenía 27 años estaba viviendo un momento de mucho estrés personal y laboral, mi cabeza iba tan rápido y mi cuerpo estaba tan agotado que dejé de dormir bien, empecé a sentirme incómoda en el trabajo y solo pensaba en volver a mi casa, único lugar donde me sentía segura.

Al principio me asusté mucho “¿qué me está pasando?” “me siento como en la época de exámenes finales”. Pero la verdad que no tenía nada que probar y nadie que me juzgue, solo escuchaba a mi crítico interno “si no me esfuerzo más, se cae todo lo que he logrado”, “si llego a fallar, mi jefe se va a dar cuenta que no soy tan genial como el cree” “¿y si digo lo que siento, y fulano se lo toma a mal?”. Sentía estrés, mucho estrés, y evidentemente mi mente y corazón no estaban alineados.

El círculo

Me abrumaban tanto mis emociones que me metí en un círculo vicioso. Al miedo que aparecía de repente, lo rechazaba tapándolo con esfuerzo extra, comida chatarra, alcohol (aclaro que no caí en el alcoholismo, pero bebía más de lo sugerido), viendo cualquier cosa en la televisión (en esa época no existían las redes sociales aún, imagínense). Y me empecé a habituar a esto:

  1. Disparador: me sentía ansiosa / sin control / sin confianza

  2. Comportamiento: trabajar exageradamente / no planificar mis comidas / beber / consumir chatarra de los medios

  3. Resultado: me sentía más ansiosa / más sin control / más sin confianza

¿Por qué? Porque seguía adelante tapando lo que me pasaba. ¿Les suena un poco esto? Y como dice el gran psicólogo suizo Jung “Lo que niegas te somete; lo que aceptas te transforma”. Jung afirma que lo que resistes, persiste. Cuando sentimos miedo nos convencemos de que algo anda mal en nosotros, que nos estamos funcionando bien, y nuestra primera reacción es arrancarnos ese malestar. Lo que no sabemos es que esto es como tirar leña al fuego. El estado de alarma se acrecienta.

El miedo y nosotros

En el trance del miedo nos apartamos del mundo o nos ponemos a la defensiva. Nuestro cuerpo siente agitación, nuestra cabeza no para de hablarnos y nos cuesta encontrar calma. Sin embargo, el miedo no tiene por qué ser nuestro enemigo. Este es solo una emoción. Cuando practicamos el desapego con lo que experimentamos, nos descubrimos a nosotros como los experimentadores y a las emociones como algo transitorio que nos visita. Lo que es más, indagando un poco, el miedo tiene mucho para informarnos. Cuando Jung dice “Lo que aceptas, te transforma” se refiere a esto.

Para oír los mensajes del miedo, primero hay que pausar.

Pero para oír los mensajes del miedo, primero hay que pausar. De hecho, lo que a mí me salvó fue tomarme unas vacaciones del trabajo, sincerarme con mi jefe, y generar rutinas saludables que me permitieron moverme más despacio.

Esto no quiere decir que me movía como una tortuga, ¡no! Dormía bien, comía sano y hasta hacía gimnasia. Simplemente, me permití sentir ese nudo en la garganta que traía de arrastre, me amigué con él y hasta lo reconocía todos los días. ¡Hola! Veo que ahí estás otra vez. Poco a poco se abrió un espacio en mí que me reveló que no estaba ni en la ciudad ni en el trabajo que mi corazón deseaba. Lo estaba haciendo por razones que nada tenían que ver con los deseos de mi alma. Miren que maravilloso fue aceptar el miedo y explorar sus mensajes.

¿Cómo se manifiesta el miedo en Ti?

Sé perfectamente que no todo el mundo tiene la suerte de tomarse vacaciones como lo hice yo pero no es necesario. Si hay algo que he aprendido del miedo después de tantos años tanto por mi experiencia como escuchando muchísimas otras, es que cuando se hace presente, lo más sano es reconocerlo y hacerle un lugar sin juzgarlo ni taparlo. Es importante en este punto ponerse en contacto con dónde y cómo se manifiesta en el cuerpo: ¿Es un hormigueo en la panza? ¿Un galope en el pecho? ¿Una tensión en los hombros? ¿Cómo lo siento? Paso seguido desarrollar una presencia curiosa que observa que nos quiere decir. ¿Qué hay detrás de esto? ¿Qué estoy tratando de evitar? ¿Qué me está invitando a ver esta situación?

Todo esto es muy simple y nos ayuda a poner una distancia entre lo que nos sucede y nosotros para poder responder con conciencia plena y amor a lo que necesitamos. A veces me gusta pensar en cómo ayudamos a nuestros niños a gestionar el miedo. Si tu peque te dice que tiene miedo a apagar la luz porque puede aparecer un monstruo, ¿qué haces? ¿Le dices que no sufra, que salga rápido de la habitación y se meta en la cama contigo? ¿Le dices que vea una peli que así se va a olvidar del miedo? ¿O lo arropas y le preguntas que siente, dónde, qué se imagina, qué lo calmaría? Tal vez puedan desarrollar una rutina para que poco a poco pierda el miedo a la oscuridad.

El miedo no es el problema, sino cómo nos vinculamos con él.

El miedo en sí entonces no es el problema sino como nos vinculamos con éste. Hay muchos blogs con tips para aliviar el miedo. Todos coinciden prudentemente en descansar, desarrollar buenos hábitos, mover el cuerpo, hacer respiraciones, y meditar. A todo esto le digo sí rotundamente, mi intención en este blog no ha sido solo tratar los síntomas sino ir un pasito más atrás. En mi experiencia y la de mis clientes ha sido crucial aprender a relacionarse con el miedo y a dejar de reaccionar con miedo. Ya verás cómo los nubarrones pasan y el día se hace nítido y luminoso. No quisiera cerrar sin decir que deseo de corazón que este blog te ayude y sugerirte que te animes a pedir ayuda profesional para estar bien acompañado en tu camino si sientes que solo aun no puedes.

Un fuerte abrazo ❤