Para madres de adolescentes, ¿y ahora?

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Mi hijo está preadolescente, veo en su carita la desilusión de no ser comprendido por mi esposo y por mí muchas veces, leo en sus labios apretados la rabia que le generan ciertas interacciones familiares. Aun así, es un pre-adolescente con un carácter muy templado, que fue forjando haciéndose lugar en este mundo donde se valora tanto el exitismo, los perfiles altos, la extroversión, el estar a la moda. Cuántas veces me pregunté ¿cómo sería esta etapa para él con esa forma de ser? Pero él se mantuvo firme como el junco con su forma de ser apacible, cero competitiva, justiciera y altamente sensible.

Hoy lo veo, y soy testigo de su proceso de individuación. Jung define este proceso como el ir diferenciándonos de nuestros padres, nuestros legados y nuestra cultura, para vivir nuestra propia versión de quienes somos y no lo que se espera de uno.

Lo miro y me admiro de su fortaleza, me encanta abrazarlo y quedarnos juntos en silencio. A veces se me escapa el intentar imponer mi punto de vista, y el respira hondo y me explica “mamá, espera, lo que yo te quiero decir…”

Mamá, espera, lo que yo te quiero decir…

Este pasaje o transición de su niñez a su pre-adolescencia nos supone a todos como sistema familiar, un dejar ir al niño que fue y un renacer de este jovencito tan bello y como padres un dejar ir a quienes fuimos en la etapa anterior para renacer padres de un pre-adolescente que demanda ser escuchado y respetado.

Reconocer sus necesidades, aceptarlas amorosamente, muchas veces investigar junto a él, y con su permiso, el tumulto de su mundo interior y cobijarlo ha sido un camino desafiante de muchos años que está dando como fruto a un hijo muy seguro, empático, compasivo y defensor de sus derechos. Es todo un desafío, sí, sí, pero vale la pena proponerse atravesarlo con mucho respeto y sano acompañamiento. Mamá orgullosa ❤️