3 Alternativas frente a la ira

 

Hola …. ¿Qué tal?

Alguien nos agravió y nosotros empezamos a sentir ese calor por dentro, esa furia incontrolable y ganas de reaccionar de la manera más hiriente posible para que el otro tenga su merecido.

La reacción por defecto, mayormente, es defenderse atacando, y atención porque atacar no siempre es a los gritos, muchas veces es declarando la guerra fría donde no se le dirige ni la palabra ni la mirada al otro. Es impresionante la cantidad de escenarios que se crean en la mente cuando estamos muy enojados. 😤

Puedes oír el podcast con este reproductor, o si prefieres la lectura tienes debajo una versión escrita. ¡Que lo disfrutes!

 
 
...aprender a defender nuestros derechos desde un lugar asertivo...
— Georgina Hudson

En mi familia de origen todos son muy pasionales, con lo cual, la facilidad de abalanzarse verbalmente sobre el que los atacaba estaba a la orden del día. El problema es que la ira es terriblemente desgastante, y los que terminamos hecho polvo somos nosotros mismos luego. Con esto no estoy diciendo que hay que dejarse pisotear y maltratar. Eso jamás, hay que saber lo que valemos y actuar en consecuencia. Mi propuesta es aprender a defender nuestros derechos desde un lugar asertivo, efectivo, y que por sobre todo, no nos cueste la salud.

La rabia y la ira, que son las versiones más fuertes del enojo, tienen varias etapas, a modo de resumen, voy a describir las tres principales:

La primera es la escalada: recibimos un estímulo en el que nos sentimos atacados y el cuerpo reacciona. Se acelera el corazón, sentimos palpitaciones fuertes y calor, cambia la respiración, el cuerpo se tensa, cambia el tono de voz, etc.

La segunda es la crisis: nuestro sistema nervioso se estresa y entonces peleamos, huimos, o nos paralizamos. Tanto si explotamos atacando como cuando nos escapamos o inmovilizamos, estamos reaccionando sin demasiada claridad mental, nuestra capacidad de razonar en esta fase está disminuida.

La tercera es la post-crisis: una vez el cuerpo se serena nuevamente, baja el nivel de adrenalina, se aquietan las emociones, y los pensamientos dejan de agolparse en la mente. Es en este momento que surgen nuevas emociones que van desde la culpa y la recriminación a la tristeza.

¿Qué alternativas efectivas tenemos?

1. Evita que se acumule la frustración y el cansancio.

Sin darnos cuenta, a veces tragamos lo que sentimos porque tememos ser escandalosos, desagradecidos, o no agradar a los demás. Luego llega la gota que rebalsa el vaso y se arma el caos. Es preferible hablar a tiempo, sin reprochar ni victimizarse, pero sí expresando con claridad cuáles son nuestras necesidades. En este punto los límites son muy importantes. A veces el límite hay que ponérselo a alguien que nos drena la energía (👉mira este post sobre límites 👍) y a veces, nos tenemos que poner un límite a nosotros mismos. ¿Cuántas veces decimos que sí a todo y a todos para encontrarnos luego haciendo malabares con eso porque no supimos reconocer nuestro agotamiento y nuestra necesidad natural de descansar?

2. Muévete más despacio cuando alguien te hiere, obsérvate, tomate un tiempo para ti.

Debajo de la irritación, muchas veces lo que encontramos es un gran dolor y una gran decepción. Solemos ser como animales heridos que aullamos y atacamos por instinto. Es un desafío pero yo he estado en este punto y te aseguro que todos podemos poner un botón de pausa y evitar subir al ring de boxeo. Imagínate que te has tragado un sapo, todo lo que necesitas es dejar que pase y hacer la digestión, y para ello tienes que moverte más despacio. Ya verás el discernimiento qué ganas cuando pones un poco de distancia con lo que sucedió. Una alternativa a la reacción irascible es decir, “esto no me hace bien, necesito un tiempo, luego hablamos pero así no” o “tenemos que hablar sobre esto pero ahora necesito poner un poco de distancia”.

3. Contacta con tus emociones y no con los hechos que te disparan el malestar:

Si revives en tu mente las causas que te enojan, aunque sea levemente, seguirás enfadado/a. Es difícil olvidar un hecho y esto nos hace entrar en un bucle dónde lo que hacemos es preguntarnos una y otra vez cómo la otra persona nos pudo hacer esta o cual cosa. En cambio, trae a la mente todas las emociones que sentiste en el momento de enojo o rabia. Obsérvate. Verás que disminuyeron en estridencia o que directamente se disiparon. Estas emociones son como una ola del mar, que se forma, crece, y luego se disuelve. Piensa cómo puedes responder desde un lugar calmo y con una comunicación efectiva la próxima vez. En este punto la auto-compasión es clave, abraza lo que sientes, acéptalo, y recuérdate que lo primero que harás es cuidarte.

Lo que la ira te quita

Cuando cedemos a la ira, nuestro cuerpo se intoxica con las hormonas del estrés. Es mucho más difícil sosegarse cuando uno ya explotó que cuando uno es capaz de observar y elegir como responder. No se trata de negar la realidad ni de negar lo que sentimos. Se trata de estar conscientes para ver la realidad sin el sesgo de la ira, y así poder expresar nuestro punto de vista de una manera que nuestro interlocutor pueda entender. También puede pasar que descubras que la relación que te irrita es disfuncional o tóxica y simplemente descubras que ya es hora de alejarte de esa persona. Lo más importante es que te respetes y honres quien eres desde un lugar digno y empoderado, algo que la ira, te quita.

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Un fuerte abrazo ❤